viernes, 1 de mayo de 2009

Teatro a partir de 1939

TEATRO DESDE 1936 HASTA NUESTROS DÍAS

Los setenta años que abarca el periodo desde 1939 hasta nuestros días hace que sea casi imposible dominar un tema tan amplio. Además, desde los años 80 a la actualidad se carece de perspectiva histórica para ser objetivos y no se puede saber quién permanecerá en la historia de la Literatura o quién pasará al olvido. El marco histórico es amplísimo: abarca los cuarenta años de la dictadura militar de Franco, la sucesión de Juan Carlos I, la transición democrática, la presidencia de Adolfo Suárez, el intento de golpe de Estado por Tejero el 23 de febrero de 1981 y las legislaturas de Felipe González, Aznar y Zapatero.

En los años 30 surge un teatro propagandístico de contenido social y político. Destacaremos a Alberti y a Max Aub en el bando republicano y a J.M. Pemán y a E. Marquina en el bando franquista. Cuando finaliza la guerra muchos dramaturgos se ven forzados al exilio. Entre ellos están Alberti y Salinas –pertenecientes a la Generación del 27- y A. Casona y Max Aub.

El teatro que se hace en España en la primera posguerra es bastante pobre. Predominan las “comedias de salón” y “dramas de tesis”, ambos de ambiente burgués. A veces tienen una crítica amable de costumbres y siempre defienden los valores espirituales tradicionales. Destacaremos a J.M. Pemán con Por la Virgen Capitana y ¿Dónde vas Alfonso XII? De Luca de Tena.

En los años 40 los géneros dominantes son la comedia de entretenimiento y el drama ideológico. Las comedias “a noticia” eran una crítica de la sociedad y reflejan actitudes y comportamientos de las clases sociales altas. De este estilo destaca La vida secreta de mamá de Ruiz Iriarte. En las otras comedias “a fantasía” el desarrollo de la acción se debe a un factor insólito o inverosímil. Un ejemplo es El baile de E. Neville. El teatro humorístico gozará también de gran popularidad y además aprovechará las posibilidades cómicas del lenguaje –como los equívocos y los juegos de palabra- para renovar la risa con un teatro inverosímil, nuevo y audaz. Sus máximos representantes son J. Poncela y M. Mihura.

Jardiel Poncela concibe el teatro como el reino del absurdo. Encadena situaciones inverosímiles, personajes atípicos y diálogos humorísticos que traslucen una visión crítica de la realidad. Destacan sus obras Elosía está debajo del almendro y Los ladrones somos gente honrada.

Miguel Mihura fundó y dirigió la revista La codorniz. En 1932 escribe Tres sombreros de copa, obra que no alcanzará éxito hasta 1952. Su humor se basa en la dislocación del lenguaje y su capacidad para exponer una visión diferente de la sociedad por su simpatía hacia seres libres y libres de prejuicios enfrentados con un mundo cursi y convencional. Otros títulos que destacan de su obra son Melocotón en almíbar y Maribet y la extraña familia.

El teatro ideológico está representado por Antonio Buero Vallejo que es, ante todo, un trágico. Para él la tragedia es catártica, tiene una doble función: inquietar al espectador invitándole a la reflexión y curar, es decir, luchar contra las fuerzas negativas que amenazan al hombre. Su obra gira en torno al anhelo de realización humana y a sus dolorosas limitaciones. En el plano existencial medita sobre el sentido de la vida, y en el plano social denuncia injusticias precisas.

Su primera etapa abarca hasta 1955 y a ella pertenecen obras como Historia de una escalera y En la ardiente oscuridad. A partir de 1955 destacan los dramas históricos, en los que la anécdota histórica es un pretexto para plantear temas de actualidad sorteando la censura. Un ejemplo son Las Meninas, inspirado en el cuadro y en el que Velázquez es también un personaje; y El sueño de la razón, cuyo protagonista es Goya. De los últimos años destaca La fundación. Todo su teatro destaca por las grandes novedades técnicas, como la luminotecnia y la tramoya, que obligan al espectador a ver la realidad desde el punto de vista de los personajes y a implicarse en la participación del drama. Buero es un ejemplo que resume los pasos seguidos por el teatro español más digno y es un ejemplo de rigor y fidelidad a las exigencias de la creación.

En los años 50 predomina el Realismo social den la literatura y en la prosa y, por lo tanto, el teatro reflejará la sociedad del momento y presentará una actitud crítica. El máximo representante es Alfonso Sastre, que se da a conocer como teórico de la literatura en artículos periodísticos y revistas especializadas. Defiende el teatro como denuncia y protesta, que sea un instrumento instigador para transformar la sociedad. Predomina el tema de la opresión y el aspecto social frente al individual. De sus obras destacan Escuadra hacia la muerte y Guillermo Tell tiene los ojos tristes.

En los años 60 se sigue haciendo un teatro crítico. A B. Vallejo y A. Sastre se une una nueva generación de autores como Lauro Olmo, Martín Recuerda y Antonio Gala. Estos mantienen el espíritu del Realismo crítico pero tienden a un teatro más alegórico, expresionista o de farsa. Antonio Gala pretende que sus obras sean una alternativa comprometida e innovadora al teatro que entonces triunfaba. A este autor lo avala una trayectoria que llega hasta el día de hoy. Entre sus obras mencionaremos Anillos para una dama, Los verdes campos del edén y ¡Carmen, Carmen!

A partir de los 70 se produjo una renovación teatral que terminó definitivamente con el Realismo y se lanzó hacia el Experimentalismo. Se recoge la influencia de dramaturgos europeos como B. Brecht, S. Beckett e Ionesco. No hay que olvidar que a finales de los 70 se inicia la transición que, entre otras cosas trae el fin de la censura y la apertura total de España.

En esta época se desarrolla el teatro-espectáculo, en el que pierde protagonismo el texto literario en beneficio de la escenografía. Se incorporan importantes innovaciones técnicas y se difuminan los límites entre ciertos géneros como el circo, el musical o el espectáculo festivo. De los muchos grupos de esta época con una trayectoria estimable destacaremos: Els Joglars. Daboll-Dabom, Els Comediants y la Fura Dels Baus. Junto a estos grupos es también importantísima la labor que ya estaba desarrollando en España el TEU.

Además de estos grupos destacan dramaturgos como Francisco Nieva, Martínez Medievo y Fernando Arrabal. Fernando Arrabal se exilia voluntariamente a París después del fracaso de su obra Los hombres del triciclo. Allí ha tenido una gran resonancia, ha sido reconocido internacionalmente y además es el creador del “teatro pánico”, que concilia lo absurdo con lo cruel y lo irónico. La obra más representativa de este teatro es Pic-nic.

A partir de los años 80 se recupera el teatro de autor, se abandonan las formas extremas de Experimentalismo y se recuperan las obras de los autores en el exilio. Al igual que en la narrativa y la poesía, en este periodo sólo podemos hablar de tenencias.

Del teatro de tipo tradicional destacan F. Fernán Gómez con Las bicicletas son para el verano y Sanders Sinistierra con ¡Ay, Carmela! Del teatro farsa mencionaremos a J.L. Alonso de Santos y su Bajarse al moro.

Una mención muy especial merecen los numerosos festivales nacionales e internacionales de teatro que difunden no sólo el teatro más actual y vanguardista, sino que renuevan la escena con la vuelta de los clásicos.

1 comentario:

  1. eres una maquina olalla!! he conseguido meterme en tu pagina! un besito

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